Un siglo de bastidores para nuevas generaciones
Carla Elena Meléndez. Directora del taller Sucesores de Elena Caro.
Fue un hecho extraordinario que en 1917 una mujer fuera la cabeza visible de un negocio. Tanto que, aunque en el día a día Victoria Elena Caro llevara el peso del taller, el representante legal era su marido. Un siglo después, Carla Elena Meléndez, una mujer está al frente del taller, no sólo de hecho, sino también con responsabilidad jurídica.
«Ya no es necesario que haya un hombre para poder abrir un negocio, pero tampoco hay muchas mujeres al frente de los talleres de bordados, algo que resulta curioso cuando la mayoría de las trabajadoras son mujeres», explica Carla Elena, licenciada en Bellas Artes que decidió dar un paso al frente y hacerse cargo del centenario taller de sus antepasados en el momento en el que se jubiló su padre.
«Nunca pensé que éste sería mi camino profesional. Para mí el taller de bordado era algo cotidiano, formaba parte de mi vida, pero no lo veía como una profesión». Además de la licenciatura de Bellas Artes, Carla Elena Caro hizo una residencia de restauración de tejidos en el IAPH. «En este tiempo cada vez se hizo más fuerte la idea de dirigir el taller, un negocio que tiene un respaldo histórico de un siglo en el que existe la responsabilidad de mantener el nivel artístico sin abandonar nuestro estilo propio. Es una labor complicada, pero este año, por primera vez, se me ha reconocido el trabajo realizado desde que me hice cargo del taller en el año 2011».
Desde las primeras obras documentadas que salieron de sus bastidores como el antiguo palio de malla de Montesión o la saya de volantes de la Macarena, han pasado muchas mujeres y muchas puntadas. «Conservamos pocos documentos de los primeros encargos porque en una de las riadas que antes asolaban Sevilla se perdieron documentos en el antiguo taller de la calle Conde de Barajas», recuerda.
De hecho, este año ha sido especial. «Hemos tenido que triplicar la plantilla de bordadoras. Normalmente tenemos una media de seis o siete trabajadoras y ampliamos en cuaresma, pero en esta cuaresma el aumento de mujeres ha sido paulatino desde noviembre«, explica la directora del taller.
Ella está vinculada a la hermandad del Dulce Nombre, pero no por la cercanía a San Lorenzo. «Lolina, una de las bordadoras, estaba muy metida en la hermandad, de hecho su marido era prioste, y era tradición que todos los niños nos hiciéramos de la Bofetá. Ella fue una de las que participó en el palio de la Macarena y, como nota curiosa, ha restaurado sus mismas piezas».
La mayoría de los encargos que llegan al centenario taller son de las hermandades, pero los bastidores y las agujas funcionan durante todo el año. «Hay fechas con más trabajo, sobre todo en cuaresma y Semana Santa, pero también para el Rocío, el 15 de agosto o el 8 de septiembre», afirma.
Victoria Caro, que abrió el taller, aunque con el nombre de su hermano, Taller de José Caro, y más tarde Esperanza Elena Caro fueron pioneras en una sociedad donde la mujer era un trabajador de segunda categoría. «El mundo de las hermandades sigue siendo machista. Hay pocas mujeres con cargos relevantes dentro de las juntas de gobierno, aunque cada vez van apareciendo más. El 90 por ciento de los que contratan los trabajos de bordado conmigo son hombres».
Carla Elena formaba parte del cuerpo de nazarenos hasta que llegaron sus hijos, dos y uno en camino, y ahora forma parte de esa intendencia cofrade que son los madres de nazarenitos y monaguillos. «Después de mucho tiempo, salí el año pasado porque me lo pidió mi hija, pero este año no saldré de nazarena porque estoy embarazada», explica.
Los Martes Santo son los de las mejores galas, los del traje del Domingo de Ramos. «Desde que soy madre esto ha cambiado. La Semana Santa con los niños cambia mucho, pero me sigue gustando mucho cuando la hermandad vuelve a San Lorenzo», reconoce.
También han cambiado los días de cuaresma. «El trabajo en el taller aumenta en estos días y ya no vivo la cuaresma como antes. Este año hemos restaurado el palio de la Macarena, realizado las dos caídas laterales del palio de San Vicente y el manto de la Caridad del Baratillo». Una saga familiar donde las mujeres han mandado, aunque por las convenciones sociales siempre bajo el nombre de un hombre, y que, ahora, en el siglo XXI, realmente es responsabilidad de una mujer.