Pepe Ruíz Marchante La Gloria
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Jun

«Si una empresa familiar no está unida, cuando no funciona todo es más radical»

Vuelta a la vida. Tras su hundimiento personal tras el cierre de La Gloria, habla de su recuperación y de los buenos momentos vividos en la empresa.

A Pepe Ruiz Marchante (Cádiz, 1945) todavía se le ve en los ojos la emoción que siente cuando habla de la empresa La Gloria, aquella que tuvo que gestionar cuando sólo tenía 17 años tras la muerte de su padre y que después convirtió en una de las firmas más reconocibles de la ciudad. Hace siete años se jubiló y cuando ya no estaba al frente, la empresa cerró con 93 años de existencia. Eso le hizo tocar fondo. Hoy ha vuelto con fuerzas renovadas.

-Han pasado siete años desde su jubilación y en este tiempo ha pasado mucho en su vida. ¿Cómo es el Pepe Ruiz jubilado?

–Hay una parte que es el Pepe Ruiz de cuando me jubilé y otra distinta debido a los acontecimientos posteriores que fueron llegando en los últimos tiempos. Ahora puedo decir que es cuando empiezo a vivirla o a disfrutarla debido a los cambios personales que he tenido que hacer. Aunque me ha costado trabajo adaptarme, estoy bastante recuperado.

-¿Qué cambios ha hecho en su vida para salir del hoyo?

–Primero hay que saber que he tenido unos años muy complicados donde he vivido una situación personal bastante incómoda. Para salir de ella he tenido que buscar en otros ambientes y, para ello, entré en la Universidad de Cádiz a través del Aula de Mayores. También participé en el Taller de Escritura Autobiográfica con María Alcantarilla de profesora y del que ha salido un libro con todos los que participamos llamado ‘El mercurio tras el espejo. Un guiño a la memoria’.

-¿Le ha servido la escritura de terapia?

-Por supuesto. Era algo que necesitaba y la verdad es que me ha venido muy bien porque estaba en unos límites que eran preocupantes. La escritura y me ayudó también la meditación, que hacía todos los días a la caída del sol. Eso para mí era imprescindible porque era un momento en el que no tenía luz, en el que había perdido la esperanza. Yendo todas las tardes a las puestas de sol tuve un punto de inflexión cuando coincidí de manera casual con una persona que me dio respuestas, al igual que yo se las di a él con los suyos. A partir de aquella noche empecé un camino de recuperación.

-Se ha resistido para ser entrevistado. Cuando estaba metido en el hoyo tras el cierre de La Gloria, ¿Sentía dolor, rabia, tristeza…?

-Lo primero es impotencia porque uno está acostumbrado a planificar las cosas con tiempo y poder desarrollarlas para que no se tuvieran que dar los acontecimientos que finalmente se dieron. Luego te sientes abatido, te vienes abajo y viene el dolor, la pena y todo lo que te embarga. Te sientes muy deprimido, en una situación anémica y en peligro. Ves dos caminos y llegan un momento que no te importa coger uno u otro. Una vez que pasa todo y valoras la situación, ves que al final lo que te hace salir para adelante es la resiliencia.

-Todo esto viene por el cierre de lo que usted llamaba «La niña de mis ojos».

–Le digo la niña de mis ojos porque ahí nací, viví y nos criamos. Aparte de para mi familia, he vivido expresamente para La Gloria.

-¿Ese dolor tan fuerte que tiene por el cierre de La Gloria es como si sintiera que ha sido una traición a su padre, el hombre que fundó esta empresa, y que no se pudiera mantener lo qué puso en pie?

-Indiscutiblemente. El relevo que tuve que hacer con mi padre fue traumático porque llegó lo imprevisto y falleció en 1962. Ahí se me vino el mundo abajo. Sin embargo, siento que toda mi vida mi padre ha estado conmigo a pesar de que él falleciera. Esto es algo que se siente y se lleva porque todas las decisiones que iba tomando desde entonces es como si las compartiera con él. A mí mi padre no me ha faltado en toda mi vida. Eso me daba mucha tranquilidad.

-La Gloria cerró cuando usted ya no estaba al frente por la jubilación. ¿Por qué cerró finalmente?

-Está claro que en los últimos ocho años se venía padeciendo una situación de crisis. No era sólo la económica del país sino otras como la que había en el gremio, en nuestro mercado. Pero para mí la más importante es la crisis que se da en el seno de la familia. Si una empresa familiar no está unida y toda su potencia está en los de la familia, cuando no funciona es peor aún que en una normal porque esa fuerza convertida en negativa hace que la situación se ponga radical.

-En el libro dice que vale más por lo que calla que por lo que cuenta. ¿A qué se refiere?

-Por los últimos años donde he tenido que transigir con determinadas situaciones que no me parecían lógicas. No tiene nada que ver con temas de nuevos tiempos ni nada de eso, son cosas de las personas, de respeto y de cómo cada uno tenemos que comportarnos con los demás. He tratado toda mi vida de ser un cumplidor con los demás y cuando te ves en ciertas tesituras, te rebelas. Digo lo que menos puedo de esas situaciones pasadas y por eso digo que valgo más por lo que callo.

-La Gloria fue una empresa señera de la ciudad. ¿Usted fue un empresario paternalista?

-Por supuesto que sí. Yo siempre he ido por dos carriles. Uno era el paternalismo y el otro era esa parte de inconformismo que tenía, que en algún caso, era perfeccionismo. El paternalismo ha formado parte de mi persona desde niño porque lo he vivido en mi casa con mi padre, no sólo con la familia, sino con la gente que trabajaba en la empresa y también con los vecinos y la gente del barrio. Aquello era todos los días un hervidero de gente entrando y saliendo. La planta baja era para el obrador y la parte de arriba para la vivienda y ambas estaban siempre frecuentadas. Ha sido un ambiente natural el que me ha llevado al paternalismo. Allí también se le ha ayudado a mucha gente a la que incluso se le avalaba para comprar sus casas. Tengo que decir que la gente más sencillas y con menos posibilidades económicas, nunca me han fallado.

-Mucho antes de que se hablara de eso que se llama responsabilidad social corporativa, usted lo llevaba a gala en su empresa por la implicación y la presencia que tenía en la ciudad.

-Lo hacíamos tanto interna como externamente. Con los trabajadores teníamos una correlación familiar que desembocó en un club social en 1982 y que luego se transformó en un grupo social de empresa en 1987. Eso no fue algo de impulso sino que formaba parte de esa familia que éramos y de ese paternalismo. En 1989 nos llevó a plantearnos realizar un convenio de empresa. En aquella fecha era inhabitual en nuestro sector pero después fue muy imitado. Con la ciudad hicimos multitud de cosas, desde las visitas de los escolares a la instalaciones de La Gloria, los itinerarios de Semana Santa, un brazo gitano enorme con motivo de la Vuelta Ciclista a España, etcétera….

-Usted tiene fama de ser muy metódico y organizado.

-El Pepe de antes tenía que tener todo controlado de antemano y trabajar por décadas. Yo cuando terminaba una década ya tenía los proyectos de la siguiente. Y eso después se iba desarrollando en proyectos anuales. Yo no concibo una empresa sin que tenga un proyecto a corto, medio y largo plazo. Todos los años en noviembre ya tenía hechos los objetivos del siguiente año para presentarlos.

Todos los años en el mes de septiembre programaba mis entrevistas con todo el personal. Eso lo empezamos cuando éramos 33 personas en la empresa y los seguía haciendo cuando pasábamos de 100. Eso me desgastaba mucho porque lo hacía en menos de diez días y estaba como mínimo una hora con cada empleado y en base a un cuestionario que preparaba. En ese cara a cara cada uno me aportaba lo que creía conveniente. Se admitía todo y eso era la base mía para elaborar al año siguiente el proyecto de desarrollo del año. Cuando iban a la entrevista todos conocían por dónde íbamos y hacia dónde. La información mensual era absolutamente transparente. Todos los datos del negocio la tenían los empleados en su sección o centro de trabajo. También teníamos un medio de comunicación llamado Calentito donde en una hoja se sintetizaba toda la información del día. Había una gran dinámica en ese aspecto. Estas eran las patas de la mesa que sostenía que todo el mundo estuviera informado en general de la empresa. De esas entrevistas se hacía el proyecto de empresa del año siguiente que se presentaba a todo el mundo y ellos se sentían partícipes. Posteriormente me di cuenta que hacía lo que se llamaba una gestión por competencias, que tan de moda se puso años después.

-Habla del Pepe de antes. Y este hombre renovado , ¿qué es lo que va hacer en el futuro?

-Pues trataré de no ser precisamente el Pepe de antes, ese que lo controlaba todo. Ahora trato de dar margen para mi improvisación personal y procuro no atarme mucho. Igual que este año he estado en el Aula de Mayores, el año que viene estoy tratando de tener alguna colaboración más relacionada con el ámbito de la empresa en el sentido de poder conocer a los jóvenes emprendedores. Las nuevas comunicaciones te aportan nuevas herramientas de trabajo, pero no hay que olvidar que la persona es lo más importante. Ahí hay mucho trabajo y es un factor que se debe cuidar porque entonces la empresa no es completa.

-¿Pensó alguna vez que La Gloria se acabaría?

-Nunca. Bueno, al final ya sí, cuando ya no estaba al frente de la gestión y me había jubilado varios años antes. El difunto Emilio López quiso hacerme una entrevista pero no quise por esos momentos de incertidumbre que había. Eso a pesar de que había un equipo que estaba haciendo una buena labor siguiendo la estela de lo que La Gloria durante tantos años había hecho. Pero en el momento en el que ya no se llevaban a cabo las entrevistas , ni se daba la información al personal…. Se va viviendo de la estela, pero esta hay que alimentarla.

 Fuente: DiariodeCádiz

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