Cuando la sucesión se convierte en un suceso
No siempre la sucesión se desarrolla como aparece en los manuales de empresa familiar. A veces, existen sucesos que la precipitan abruptamente. Hoy hablamos del fallecimiento inesperado del principal propietario.
Hace ahora 2 décadas, aparecía la siguiente noticia:
“Herberto Gut Beltrán, fundador de Prosegur y su presidente ejecutivo, falleció en un accidente de tráfico ocurrido el sábado en Buitrago de Lozoya (Madrid)”. Tenía 51 años. (El Pais, 2 de junio de 1997).
Y hace menos de un año, podíamos leer otra noticia trágica:
“Mario Migueláñez Martín, dueño de la empresa de dulces Migueláñez, ha fallecido este martes, 30 de agosto, a los 43 años tras sufrir un fatal accidente mientras practicaba caza de alta montaña en Rusia.” (El Confidencial, 31 de agosto de 2016).
Como dice el refranero español, para morir sólo hace falta estar vivo y, por tanto, si tenemos una empresa familiar y por desagradable que pueda parecer, es siempre conveniente disponer de un “plan de contingencia”. Y no sólo ante casos luctuosos como los mencionados, sino también ante posibles inhabilitaciones por enfermedad o discapacidad. ¿Merece la pena no considerar la posibilidad de un fallecimiento inesperado? Este tipo de sucesos tiene repercusiones tanto en el ámbito de la propiedad y en el de gestión de la empresa.
La propiedad se transmite a sus herederos, para lo cual, es esencial disponer de un testamento en el que se especifique claramente como se reparte la herencia. En España hay poca tradición testamentaria, menos aun entre personas jóvenes. Sin embargo, casos como los anteriores ponen de manifiesto la necesidad de vivir siempre con los deberes hechos. No es un asunto agradable, pero un empresario vive comprometiendo su futuro (con clientes, entidades financieras, proveedores, etc.), está acostumbrado a firmar seguros de todo tipo ante posibles contingencias (transporte, tipos de cambio, siniestros, etc.); ¿Cómo no pensar en que pasaría con la empresa ante un deceso repentino?
Pero también influye sobre la gestión de la empresa familiar. En este sentido, no siempre es posible que la siguiente generación pueda estar lista para tomar las riendas. Es posible que no haya aún descendientes o que estos sean aún unos niños o niñas. En estos casos hay que considerar otras opciones y pensar en el papel que puede desempeñar el cónyuge.
Por ejemplo, en el caso de Prosegur, la viuda de Herberto Gut, Helena Revoredo se implicó en la empresa tras el fallecimiento de su esposo, como vicepresidenta, creando una doble presidencia ejecutiva a cargo de dos profesionales de la compañía (Graciano Álvarez y Ángel Vizcaíno) e incorporando a dos de los hijos del matrimonio Gut Revoredo como consejeros (Christian y Chantal). Helena Revoredo asumió la presidencia a partir de 2004. En 20o8, Christian es nombrado CEO y desde 2014, Chantal es responsable de la dirección de Expansión Internacional del grupo.