Tener o no tener (protocolo). Esa NO es la cuestión
El protocolo familiar es un documento a través del cual las empresas familiares regulan las relaciones entre la familia y la empresa. Se trata de encauzar los problemas potenciales que emergen por la fricciones entre los valores propios de una empresa y los de una familia, con el fin de asegurar la continuidad de la empresa. Entre los contenidos habituales de un protocolo se encuentran la valoración de las acciones o participaciones, la integración de los miembros de la familia en los órganos de gobierno de la empresa, el gobierno de la familia, los mecanismos de resolución de conflictos, las condiciones para poder entrar a trabajar en la empresa, su remuneración, etc.
Según el último informe sobre la empresa familiar en España, menos de in 10% de las empresas familiares tienen protocolo y la mayor parte de ellas no lo tienen porque no lo considera necesario. Estas cifras son poco menos que alarmantes y muestran que el trabajo realizado por instituciones como el Instituto de la Empresa Familiar, las asociaciones autonómicas de empresarios familiares, las cátedras de empresa familiar y los numerosos consultores y asesores existentes no ha sido todo lo fructífero que cabría esperar.
Pero, ¿es realmente imprescindible tener un protocolo familiar? Desde nuestro punto de vista, el protocolo es una herramienta necesaria, pero no suficiente.
Entre los principales motivos que aconsejan tener un protocolo familiar podemos destacar los siguientes:
- Facilita la separación objetiva entre la empresa y la familia, fortaleciendo al mismo tiempo los vínculos entre ambas instituciones;
- Canaliza anticipadamente los procesos de sucesión generacional en la empresa familiar;
- Ordena la participación de los miembros de la familia en la empresa; y
- Establece criterios para gestionar la propiedad familiar a través de las generaciones (herencias, concentración, venta de participaciones, etc.).
A pesar de estos motivos, no cualquier protocolo contribuye a resolver estas cuestiones. Sólo lo hará si la elaboración del protocolo es:
1.Enfoque Multidisciplinar. El protocolo no es (solo) un documento jurídico. Su elaboración requiere un proceso en el que se combinen al menos tres ámbitos diferentes:
- Ámbito de negocio (estratégico).
- Ámbito jurídico, en tres áreas diferentes: Mercantil, Fiscal y de Familia.
- Ámbito psicológico
2. Implicación Multigeneracional. El protocolo no puede hacerlo una generación para decidir por la generación siguiente. O bien lo hace una generación, al comienzo de su mandato, de forma que cada generación elabore su protocolo, o bien debe realizarse por consenso entre la generación actual y la siguiente, de forma que garantice su vigencia.
3.Protocolo Consensuado. El protocolo tiene que ser el resultado de un largo e intenso proceso de diálogo, reflexión y, por que no, debate entre la mayoría de los agentes implicados. No puede ser un documento elaborado solo por el líder familiar y su abogado.
Estas son las razones por las que no valen modelos que se trasladan de una empresa familiar a otra en forma de “corta y pega”. Si su protocolo es así, no servirá para nada. De hecho, es realmente más importante cumplir con las tres condiciones anteriores que el documento final. Incluso hay empresas que realizan todo el proceso y finalmente no redactan ningún protocolo, manteniéndose los consensos a modo de “pacto entre caballeros”.
En resumen, más que tener o no tener protocolo, lo relevante es hacer un exhaustivo proceso de reflexión sobre las relaciones entre la familia y la empresa a largo plazo, dialogado y que de lugar a amplios consensos. Si una vez hecho esto, lo redactan y le dan las atribuciones legales del protocolo, mejor que mejor.