Familia e historia ligadas a una emblemática confitería
21
Feb

Familia e historia ligadas a una emblemática confitería, La Campana

La Campana abre un nuevo obrador en Santiponce para adaptarse a los nuevos tiempos y seguir con la tradición

Todo el que es de Sevilla se ha hecho esta pregunta alguna vez, ¿qué fue antes, la confitería o la plaza de la Campana? Como el huevo y la gallina, en la ciudad no se entiende la una sin la otra y hablar de la plaza de la Campana es imaginarse comiendo una torrija en esta emblemática pastelería mientras se espera la llegada de la primera cruz de guía de la Semana Santa. No es de extrañar que el sevillano -da igual la edad que tenga- suela relacionar la plaza con la confitería casi sin dudarlo. Esta última lleva en la misma esquina 132 años, habiendo coexistido con Alfonso XII, Alfonso XIII, la II República, la dictadura de Franco y todo lo que va de democracia. Ahora, la centenaria confitería se adapta a los tiempos modernos y acaba de inaugurar un nuevo obrador en Santiponce.

La confitería La Campana es una pequeña empresa familiar que rezuma historia y un cierto halo de romanticismo. Antonio Hernández Merino, un roteño que vivió en Filipinas cuando todavía era colonia española, fundó la confitería en 1885. Por aquel entonces ya estaba casado con Margarita Nalda Gil, hija de un médico militar de la que se enamoró perdidamente durante su estancia en Filipinas. Fruto de ese matrimonio nacieron ocho hijos de los que dos quisieron continuar con el negocio de su padre.

Presidente del Betis durante la temporada 1918-1919, José Hernández Nalda se hizo cargo del negocio. Pronto se uniría a él su hermano Carlos, que andaba estudiando la carrera de Ingeniería en Madrid sin muchas ganas de terminarla. Entre los dos formaron un equipo sensacional e hicieron suya la esquina más emblemática de toda la ciudad. Hermanos mayores de la Soledad de San Buenaventura y de Montesión, crearon una especie de ritual en torno a las dos cofradías. A su paso por la plaza y antes de dar la última revirá, los costaleros paraban en la puerta de La Campana y un dependiente corría a llevarles una bandeja de torrijas. Tradición que cayó en el olvido por las manchas de miel que quedaban en los faldones.

El paso de los años llevó a que una nueva generación Hernández se hiciera cargo de la confitería. Con más experiencia que sus precursores, José Antonio Tierno y Carlos Hernández Requejo ampliaron el negocio con el restaurante La Reja y con otra pastelería con salones de celebraciones en Los Remedios. Tanto esta generación como las anteriores trabajaban con el obrador de detrás de la confitería, en la calle Vargas Campos. Antiguo convento de las dominicas de Santa María de Pasión, este obrador se quedaba obsoleto y, para cumplir la nueva normativa sanitaria, el actual gerente de la confitería, Borja Hernández Medina decidió trasladar el antiguo obrador a Santiponce. Desde allí han preparado toda la campaña de dulces navideños y desde allí están dispuestos a hacer soñar a los paladares más selectos una Semana Santa más con torrijas y pestiños.

Fuente: el Diario de Sevilla

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