Julian de Castro
26
Ene

Julián de Castro, más de cien años acercando localidades

La firma familiar Julián de Castro lleva más de un siglo transportando viajeros entre Madrid y los pueblos de la sierra de Guadarrama. Actualmente factura 18 millones de euros.

El paisaje de los 35 kilómetros que separan Colmenarejo de Madrid ha cambiado mucho durante los últimos cien años. Se han trazado nuevas carreteras y levantado nuevos alojamientos para los habitantes que deseaban salir de la capital para refugiarse en las pequeñas localidades de la sierra de Guadarrama. Testigo de excepción de todas estas transformaciones ha sido Julián de Castro, una empresa familiar que ya ha superado el centenar de años dedicada al transporte de pasajeros.

Uno de los antiguos autobuses de la empresa

Los orígenes del negocio se sitúan en el momento en el que el joven segoviano Marcos de Castro decidió atravesar la sierra y
establecerse en el pueblo de Galapagar. Para mantenerse, conducía un coche de caballos que transportaba a los viajeros hasta la estación de tren de Torrelodones. Con la adquisición del primer autobús en 1924 se completaría el trayecto hasta la capital. «Los vecinos bajaban a Madrid para ir al médico, a visitar a la familia o a hacer unas compras. Únicamente se hacía un viaje de ida y otro de vuelta», recuerda Julián de Castro, que forma parte de la tercera generación familiar al frente de la compañía.

En los innumerables viajes que realizó, el primer De Castro tuvo la fortuna de conocer a la que sería su mujer. El resultado de la unión fue su hijo Julián, que en los años de posguerra asumiría el volante de la compañía, que contó con viajeros tan destacados como Jacinto Benavente. «Durante la década de 1960 y 1970 había un sistema de pago por kilómetro transportado, eficaz para el transporte de largas distancias, pero que provocaba que las empresas de cercanías estuvieran por debajo de su umbral de rentabilidad», recuerda el actual dueño del negocio.

La solución a la complicada situación que atravesaba el sector llegó de la mano del Consorcio de Transportes de la Comunidad de Madrid, que puso en marcha varias medidas para impulsar el transporte público, como crear los abonos, establecer la unidad tarifaria y favorecer la integración entre las diferentes redes de autobús y metro, con la creación de los intercambiadores.

Desde entonces, este organismo es el que otorga las concesiones de las líneas por las que operan las compañías y decide si es necesario abrir nuevas rutas.

Algunos de los billetes y abonos que se utilizaban para el transporte a principios del siglo XX

La actividad de Julián de Castro también recibió un impulso extra con la apertura en Colmenarejo -donde arrancan la mayoría de sus líneas de transporte- de un campus de la Universidad Carlos III, lo que aumentó el flujo del público juvenil. Durante los años de la crisis resistió gracias a que, como recuerda De Castro, «el autobús es un medio mucho más barato que el coche particular, por lo que fue más utilizado por las personas con una situación delicada». Esto permitió que en 2013 la empresa pudiera presumir de buena salud durante la celebración de su centenario, una fiesta a la que acudió la entonces ministra de Fomento, Ana Pastor.

Actualmente, la firma cuenta con una plantilla de 190 trabajadores y el año pasado facturó 18 millones de euros, gracias a la gestión de diez líneas de transporte, seis interurbanas y cuatro urbanas, dentro de la localidad de Torrelodones. Además, el pasado febrero de este año amplió la familia con la compra de Autocares Beltrán. Una apuesta que confirma que el motor de Julián de Castro sigue en marcha y dispuesto a acelerar para llegar a otros cien años.

La importancia de un negocio familiar

El sector del transporte en la Comunidad de Madrid ha sufrido durante los últimos años la entrada de grandes empresas que han adquirido varias de las cabeceras históricas de la región. Frente a la competencia de estos grupos, Julián de Castro defiende la importancia de los negocios familiares «que son mucho más cercanos tanto con los clientes como con sus empleados». Para preservar su actividad tradicional, señala que «las pymes deben unirse en una labor de sensibilización que destaque los fuertes vínculos que tienen con las localidades donde están establecidas».

 

FUENTE: EXPANSIÓN

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