Empresa o familia, ¿qué debe ser primero?
Mucho se ha cuestionado en el ámbito de la empresa familiar, qué debe ser primero: ¿La empresa o la familia? Y, aunque las respuestas políticamente correctas usualmente incluyen frases como “deben ir de la mano” o “ninguna por encima de la otra” sinceramente, la respuesta depende de la etapa en que se encuentre nuestro negocio.
Y es que, en un inicio, cuando estamos intentando construir una empresa, generalmente contamos con poco capital y bajas o nulas posibilidades de pagar sueldos. Por ello, el mayor tesoro de la empresa familiar es precisamente la familia.
En esta etapa, la familia suele sacrificarse, apretarse el cinturón y apoyar en el crecimiento de un patrimonio común. Tanto es así, que los cónyuges, hijos o incluso hermanos trabajan con ahínco sin percibir sueldo alguno—o percibiendo sueldos por debajo del mercado—, con la esperanza de crear un negocio en común (ideal) y/o de salir adelante (necesidad económica). Sobra decir que durante este período, sin familia, no hay empresa.
Por ello, no sólo involucramos en el trabajo a todos los familiares posibles, sino que en ocasiones, llegamos a obviar o a tolerar errores con tal de que el negocio ande (bien, mal o regular, pero que ande) – no hay nada que sustituya la confianza que les tenemos y mucho menos, el apoyo que nos otorgan.
Consecuentemente, en esta etapa inicial en que la familia empresaria (familia que crea negocios) está apenas construyendo la empresa familiar está primero la familia. Y es que, si no hay familia, no hay empresa. El sustantivo (la entidad) es familia, y el adjetivo calificativo (tipo) es empresaria (que crea empresa).
No obstante, cuando el negocio y la familia crecen, los intereses y objetivos personales divergen, el sacrificio ya no es prioritario y los esquemas de propiedad se modifican (ya hay varias generaciones). ¡Hay que proteger el negocio de la familia!
Para ello, debemos profesionalizar e institucionalizar. Se debe crear una estructura sólida de gobierno y establecer reglas claras sobre quién hará qué, con qué recursos, desde qué rol, etc. Y es que, cuando la complejidad se incrementa y no hay reglas claras, empiezan los problemas y las emotividades. Es entonces cuando, por el bien de la familia, primero la empresa.
Y digo por el bien de la familia, porque ¿cómo se sostendría la familia si quebrara la empresa? Al final de cuentas, se trata de agregarle valor al negocio y de perpetuar el patrimonio…¿O no?
Por otro lado, se ha construido también, a lo largo de los años, una responsabilidad social hacia los empleados (y sus familias), la comunidad e incluso otros accionistas no familiares. Por ello, sería egoísta pensar sólo en la familia.
Así que, en esta segunda etapa, en que la empresa familiar ya está constituida estaría primero la empresa. El sustantivo (la entidad) es empresa, y el adjetivo calificativo (tipo) es familiar. Por lo tanto, si no hay empresa, no hay empresa familiar, y tampoco familia empresaria exitosa. Y es que, la primera responsabilidad de una familia empresaria es ¡No quebrar!
Fuente: El Financiero