Moro Bodegas
6
Feb

Moro contra Moro: la guerra judicial entre dos bodegas con un bisabuelo común

Bodegas Emilio Moro tiene seis procedimientos abiertos contra Carlos Moro por bautizar así a sus vinos y confundir a los clientes. «Se aprovechan de nuestro buen nombre y reputación»

Dos bodegas, dos marcas y un mismo apellido. El culebrón judicial de las bodegas Emilio Moro se remonta a 2016, cuando la compañía vallisoletana presentó una denuncia contra el propietario de Bodegas Matarromera por infracción de marca y competencia desleal. El demandado se llama Carlos Moro y su ‘delito’ es bautizar a algunos de sus vinos con su nombre y apellido, «confundiendo a los consumidores y aprovechándose de una reputación ajena».

Así lo ven en Emilio Moro. Tres años después, el conflicto ha traspasado las fronteras con otros cuatro procedimientos abiertos en la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO) y uno más en la Oficina Española de Patentes y Marcas. Y se recrudece por la disparidad de opiniones de los citados organismos, con dos victorias provisionales para Carlos Moro y otras dos para Emilio Moro. Decimos provisionales porque todas ellas se encuentran recurridas.

Todo empezó con un teletipo de agencia donde el redactor había confundido la marca Carlos Moro, propiedad de Bodegas Matarromera (Valbuena de Duero, Valladolid), con Emilio Moro, uno de los referentes de la denominación de origen Ribera de Duero, con tres generaciones a sus espaldas. En ese momento, los nietos de Emilio Moro —actuales propietarios de la compañía— comprendieron que el desconcierto iba más allá de uno o dos clientes despistados.

 

 

«La empresa ha tomado medidas para proteger su legado y el derecho de los consumidores a estar bien informados a la hora de elegir. Bodegas Matarromera está amenazando nuestro buen nombre y reputación», justifican desde Emilio Moro. Esas mismas fuentes hablan de dos litigios clave: una demanda ante el Juzgado de lo Mercantil número 10 de Madrid para exigir la prohibición de uso de la marca Carlos Moro y la nulidad de su logotipo, aún sin fecha de juicio, y una petición a la EUIPO para que anule el registro de dicha marca en la Unión Europea.

La Oficina de Propiedad Intelectual europea ha dado la razón al demandante en primera instancia, pues considera que «el uso de la marca Carlos Moro supone un aprovechamiento indebido del carácter distintivo o del renombre de Emilio Moro». A eso se suma un tercer proceso independiente por el que la EUIPO denegó la solicitud de registro de Carlos Moro en ‘clase 42’ —un grupo de servicios científicos y de investigación en el sector vitivinícola—, aludiendo al riesgo de confusión con su competidor.

Bodegas Matarromera ha recurrido ambas decisiones y pone en valor su victoria en otros dos procedimientos —que su rival considera menores— también relacionados con el caso: el primero tiene que ver con la Oficina de Patentes y Marcas española, que autorizó el registro de la enseña Carlos Moro. En el segundo, la EUIPO anula la marca Moro —a secas— (propiedad de Emilio Moro), caducada por falta de uso en los últimos cinco años. «Aunque esta resolución no tiene nada que ver con el corazón del conflicto, Carlos Moro la está difundiendo a bombo y platillo para jugar al despiste», aseguran desde Emilio Moro en referencia a la noticia adelantada por ‘El Economista’.

 

No opina lo mismo el propio Carlos Moro. «Todos los procedimientos son del mismo rango. No hay litigios menores en función de lo que le convenga a Emilio Moro», zanja no sin antes destacar que su enseña —registrada en 1997para vinos especiales de Rioja, Ribera, Rueda, Ribeiro, Cigales y Toro— no es la única ‘Moro’ del mercado. «Hay 26 marcas de vino registradas en Europa con esa palabra. Es el nombre y apellido de una persona viva, y eso no me lo va a poder quitar nadie en el mundo», zanja el propietario de Bodegas Matarromera tras ser contactado por este periódico.

Familiares lejanos

Tras recabar ambos testimonios, parece que lo único que Carlos Moro y los nietos de Emilio Moro tienen en común es un bisabuelo llamado Hipólito Moro. Siempre según la versión de Carlos Moro, pues a sus supuestos primos lejanos no les consta que eso sea así. «Habría que rascar mucho para llegar al parentesco», matizan desde Emilio Moro. Esta bodega se sitúa a 10 minutos del emblemático castillo de Peñafiel, en Pesquera de Duero, y actualmente es gestionada por los hermanos José y Javier. Ambos tomaron las riendas de la compañía tras la muerte de su padre en 2008.

No contento con los cinco procesos en curso, Carlos Moro inició un sexto litigio en la EUIPO que Emilio Moro califica como «rabieta sin pies ni cabeza«. El primero ha pedido la anulación de la marca del segundo en la Unión Europea, pese a que Emilio Moro fue fundada en 1891. La Oficina de Propiedad Intelectual europea aún no se ha pronunciado.

Emilio Moro registró unas ventas de 20,5 millones de euros en 2017 (+15% respecto al año anterior) y ganó 4,6 millones de euros (+35%). Las exportaciones tienen un peso cercano al 18% en la cifra de negocio, según las últimas cuentas depositadas en el Registro Mercantil. Por su parte, Bodegas Matarromera facturó 21,9 millones (-2,6%) y se anotó un beneficio de 3,9 millones de euros, un 5,4% más respecto a 2016. El 23% de sus ingresos procede del extranjero.

Pese al constante tira y afloja, Carlos cree que todas las marcas llamadas ‘Moro’ pueden coexistir en armonía. «Es un apellido común. Prefiero un clima de colaboración y convivencia, no de enfrentamiento (…) Deberíamos potenciar la imagen de las denominaciones de origen en el extranjero, donde somos una gota de agua, en lugar de alimentar las divisiones», concluye el dueño de Bodegas Matarromera. En esta ocasión, todo queda en familia.

 

Fuente: El Confidencial 

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