Ralph Lauren: un líder en busca de cómo resucitar al jinete del Polo
En octubre de 2015, tras 12 meses de caídas en Bolsa, Ralph Lauren (Nueva York, 1939) decidió ceder su cargo como consejero delegado de su firma a Stephen Larson, hasta entonces presidente de la marca Old Navy, de Gap.
Ahora, algo menos de año y medio después, la caída de ventas y beneficios, así como los nuevos descensos en el parqué, unidos a discrepancias con el propio Lauren, han hecho que Larson decida abandonar el barco, una ruptura que se hará efectiva en mayo.
“Hemos tenido diferentes visiones de cómo evolucionar las partes creativas y de consumo del negocio de la compañía”, afirmó Lauren en un comunicado el pasado día 2. “Después de muchas conversaciones entre los dos y el consejo de administración, hemos aceptado separar nuestros caminos”, subrayó. Y es que Larson ha llevado a cabo profundos cambios en la empresa. Su objetivo cuando llegó era impregnar la compañía de un nuevo aire, tras la caída del crecimiento y una imagen perjudicada por un negocio demasiado vinculado a las promociones. La pasada primavera puso en marcha un programa que incluía recorte de costes, reducción de plantilla, cierre de tiendas y mejora de la calidad. Pese a todo, las ventas comparables del pasado trimestre cayeron un 5%, los ingresos netos descendieron un 12%, los beneficios, un 30% respecto al mismo periodo de hace un año y sus acciones se sitúan por debajo de los 80 dólares, frente a los 188 de hace tres años y medio.
Las dudas rodean a Lauren, que tendrá que reinventar la marca que creó a finales de los 60 para Beau Brummel a partir de una línea de corbatas –bajo el nombre de Polo– con una anchura superior a las que se vendían entonces y un precio dos veces mayor. Fue una revolución y solo en el primer año facturó medio millón de dólares.
Casado con una exprofesora y secretaria a tiempo parcial, Ricky Anne Low-Bear, y con tres hijos, Lauren carecía de formación en moda, aunque de adolescente ya se adivinaba que le gustaba: trataba de imitar el estilo de Cary Grant y Fred Astaire. Tercer hijo de cuatro de unos padres judíos que llegaron al Bronx huyendo de Bielorrusia, se cambió, junto a uno de sus hermanos, el apellido con 16 años –su nombre original era Ralph Lifshitz – por las burlas de la infancia. Tras dos años estudiando negocios en el Baruch College of Manhattan y una etapa en el ejército, entró como asistente de ventas en los almacenes Brook Brothers y, rápidamente, dio al salto a Beau Brummel.
El gran éxito de sus corbatas despertó sus ganas de crecer y confeccionó una colección completa para hombre, amparado por el fabricante de ropa de Manhattan, Norman Hilton. Así comenzó una gran carrera a la que fue añadiendo éxitos: en los 70 lanzó una línea para mujer, creó el logo del jugador de polo sobre un caballo por el que ya se reconoce su firma y lanzó su clásico polo en 24 colores. Admirados por el recorrido de este joven neoyorquino, los grandes almacenes Bloomingdale’s le ofrecieron una tienda en el interior de sus establecimientos, la primera de este tipo que inició una nueva distribución para los diseñadores independientes.
Sus creaciones también han tenido papeles en el gran pantalla y fue el cine uno de los trampolines que le sirvieron para darse a conocer y sentar las bases de una nueva forma de vestir, que mostraba que la comodidad y el estilo desenfadado no estaban reñidos con la moda. Lauren vistió al casting de la versión de 1974 de El Gran Gatsby (entre los que se encontraban Robert Redford y Mia Farrow)y configuró el particular look de Diane Keaton en Annie Hall. Todo ello dio lugar a un estilo que, según los expertos, fusiona la estética wasp –blancos protestantes anglosajones, por sus siglas en inglés–, cowboy y Hollywood de los años 50. “Hice prendas para mi mundo, trabajé sobre lo que conozco. Sé qué hacen las mujeres, los hombres y los niños cada día. Y supe que tenía que hacer prendas que pudieran vivirse”, afirmó el propio Lauren.
Desde entonces, el diseñador ha seguido ampliando los horizontes de su marca y en la actualidad cuenta con una colección para niños, de muebles y cosas para el hogar, una línea de colonias e incluso de artículos para mascotas. Un imperio que comenzó con unas corbatas y que en poco más de una década ya había abierto una tienda en Londres, lo que le convirtió en el primer diseñador americano en instalar una en Europa.
Todo ello ha llevado a Lauren a ser uno de los hombres más ricos del mundo, con una fortuna, según la revista Forbes, de 5.300 millones de dólares, que le permite disfrutar de una cara afición: coleccionar coches vintage.
En 2015, decidió hacerse a un lado de la firma –en Bolsa desde 1999– para hacerla avanzar. “La compañía debe cambiar. Es una sociedad anónima con accionistas y tenemos la responsabilidad de tener el liderazgo adecuado”, declaró en una entrevista a The Wall Street Journal. Pese a ceder su puesto de CEO, se mantuvo como presidente ejecutivo y director creativo. “Cuando empiecen a diseñar prendas que no entiendo, renunciaré”, explicó, pero ese momento aún no ha llegado.
A partir de mayo, Jane Nielson, director operativo de la firma, asumirá el proyecto de reestructuración ya en marcha hasta que encuentren a un nuevo CEO. Los inversores han recibido la noticia de la salida de Larson con impaciencia (las acciones cayeron ese día un 11% y desde entonces se han recuperado solo un 2%) y esperan que el nuevo jugador sepa remontar este partido de polo.
Fuente: Cinco Días