Sagas familiares europeas para batir sistemáticamente al mercado
En España Este tipo de empresas aventaja en un un punto anual al resto de firmas en la última década y suponen un importante motor del PIB además de ayudar al crecimiento del empleo.
Decía Vito Corleone en la película El Padrino, que «un hombre que no pasa tiempo con su familia no puede ser un verdadero hombre». Esta frase, que pone de manifiesto la elevada importancia que el capo de la mafia daba a los suyos en su particular negocio, ha servido de guía para muchos empresarios en Europa, que ahora trabajan codo con codo con sus descendientes… como en su momento lo hicieron sus padres con ellos.
Habitualmente, el término empresa familiar se ha ligado siempre a los comercios más tradicionales, de reducido tamaño y que han proliferado en los barrios más enraizados de todo tipo de ciudades o pueblos. Sin embargo, técnicamente hablando, por empresa familiar se entiende a aquellas compañías en la que el fundador es también propietario y controla (él solo o junto a sus familiares) una parte importante del capital.
Este tipo de empresas, a diferencia de lo que se pueda pensar a primera vista, abundan en el mercado. El único requisito que suelen poner las diferentes casas de análisis y firmas de inversión para clasificarlas como tal es que tengan una participación directa de los fundadores o de sus descendientes de al menos 20 por ciento o que sus derechos de voto sean de al menos un 20 por ciento.
La filososofía de inversión que toma posiciones en empresas familiares se ha ido popularizando entre propios y extraños en los últimos años (sobre todo en Europa) al calor de un comportamiento en el mercado de renta variable que supera el registrado por el conjunto de compañías del Viejo Continente.
Un rendimiento superior
«El comportamiento de las empresas de propiedad familiar en bolsa supera al de sus competidores gracias a un crecimiento superior», aseguran desde Credit Suisse. De hecho, desde la entidad suiza aseguran que «baten a las empresas no familiares a nivel mundial en alrededor de 400 puntos básicos por año desde 2006». Concretamente en España, según los datos de la entidad Suiza, la brecha a favor de las empresas familiares españolas en bolsa frente a las de las no familiares ha sido, en promedio, del 1 punto porcentual anual entre 2006 y 2016.
Este tipo de firmas supone un importante motor de la estructura productiva de la economía global generando más del 90 por ciento del PIB mundial y ayudando al crecimiento del empleo. «Las empresas familiares tienen un papel esencial en el tejido empresarial», aseguran desde EY. «Su enfoque, sentido de la responsabilidad y su alto grado de identificación y compromiso financiero personal» favorecen que este tipo de firmas consigan «unos resultados superiores dentro de la industria», asegura Birgitte Olsen, CFA y gestora de cartera de Bellevue Asset Manager. Y es que, desde la firma aseguran que este tipo de compañías piensan en «generaciones en vez de en trimestres financieros», en una clara alusión a su mayor perspectiva de largo plazo.
Y así lo afirma también Javier Pérez, gestor del The Family Businesses Fund, de March Asset Management: «Estas compañías tienen una cultura donde la lealtad, la integridad y la productividad son muy valoradas y ponen el foco en crear y pasar la riqueza a la siguiente generación, focalizándose en la protección del capital y en evitar el riesgo de quiebra».
Entre las bondades que ofrecen las empresas familiares destacan el alto grado de responsabilidad a la hora de asumir riesgos, su balance más sólido que el del resto de empresas gracias a una deuda inferior y a la ausencia de excesos a la hora de gestionar salarios y bonus en la empresa y una mayor agilidad en la toma de decisiones.
Según afirman desde Bellevue Asset Management, el mayor caladero en el que pescar entre las empresas familiares se centra en aquellas que tienen una capitalización de entre 1.000 y 5.000 millones de euros.
No obstante, entre las compañías familiares con mayor capitalización del mundo también se pueden encontrar numerosos ejemplos y las recomendaciones de compra abundan entre ellas. Sin embargo son varias las estrategias que llaman la atención ya no sólo por la recomendación de compra que ostentan, sino por el resto de fundamentales que los expertos les atribuyen, por ser empresas con una saga familar sólida detrás y por estar más arraigadas a Europa.
Se trata de las alemanas Fresenius y Porsche, las francesas Kering y Louis Vuitton (LVMH), la holandesa Heineken, la danesa A.P. Møller-Mærsk y la italiana Luxottica. Todas ellas representan a la perfección la cultura familiar europea.
Fresenius, de una farmacia local a una firma global
Dedicada a la asistencia sanitaria, capitaliza más de 34.500 millones de euros y para ello han tenido que pasar 147 años. Y es que la que es la mayor empresa de su sector tiene sus orígenes en 1870 cuando la familia Fresenius adquirió la farmacia Hirsch en Fráncfort. Bajo el mando del Doctor Eduard Fresenius, en 1912 se funda lo que ha llegado a ser Fresenius, pasando de repartir en coche diversas preparaciones para el tratamiento de enfermedades a ser operador de hospitales, tratar la insuficiencia renal crónica o comercializar dispositivos médicos.
Como en cualquier negocio, quizás la innovación es uno de los aspectos cruciales y, en el caso de Fresenius, su especialidad eran las soluciones de agua destilada usadas para disolver y diluir medicamentos administrados con inyección. No obstante, el desarrollo de nuevas ideas salía caro, más teniendo en cuenta que el negocio había sido devastado durante la II Guerra Mundial.
Una situación a la que se unió la repentina muerte de Eduard Fresenius en 1946, momento en el que el destino de la compañía pasó a manos de su hija adoptiva de 26 años, Else Fernau. Ésta tenía estudios en farmacia, pero no así es gestión empresarial, por lo que tuvo que asistir a clases nocturnas en una escuela de negocios privada en Fráncfort. La situación de endeudamiento que soportaba la compañía quedó patente en que de los 400 empleados que tenía, solo pudieron mantenerse 30 puestos de trabajo.
Junto a su marido, el Doctor Hans Kröner, Fernau consiguió reflotar la firma, siendo 1966 un año trascendental, ya que empiezan a vender máquinas de diálisis importadas. Hasta su muerte, en 1988, Else Fernau estuvo al frente de Fresenius, pero cinco años antes había creado la organización Else Kröner-Fresenius Foundation, dedicada al apoyo de proyectos de investigación médica y desarrollo médico-humanitario. Actualmente, esta fundación es el máximo accionista de Fresenius, con más de un 26 por ciento del capital.
El atractivo que tiene hoy el grupo se refleja en la recomendación de compra que recibe por parte del consenso de mercado. Desde que salió a bolsa en 1999, sus títulos han subido más de un 800 por ciento, mientras que ha pasado de ganar 330 millones de euros en 2006 a los casi 1.600 millones cosechados el año pasado. Para este ejercicio, los expertos esperan una mejora del 16,4 por ciento, hasta los 1.850 millones.
Louis Vuitton Moët Hennessy, el ‘crack’ del 87 le vino de lujo a los Arnault
«¡Mi hijo no tenía ni idea sobre la industria textil! Podríamos habernos arruinado, pero me aseguró que estaba seguro de lo que hacía». El relato, recogido por L’Express en 1999, es el de un industrial francés de provincias que fue sobrepasado por la ambición de su vástago en 1984, cuando éste apenas superaba la treintena y decidió invertir la fortuna familiar en los decadentes grandes almacenes de París. Así, Bernard Arnault entró primero en el capital de Christian Dior y, poco después, en el de LVMH -producto de la fusión de Louis Vuitton y Moët Hennessy en 1987-, aprovechando, posteriormente, el crack bursátil de ese mismo año y el enfrentamiento entre los principales accionistas para reforzar su posición en la compañía y acabar alcanzando el control en 1989.
Hoy, aquel joven que no quiso conformarse con el negocio familiar, es el dueño del lujo a nivel mundial y el hombre más rico de Francia. Su conglomerado acoge marcas como Vuitton, Dior, Givenchy, Kenzo o Loewe, tras haber incrementado su tamaño en bolsa un 1.200 por ciento desde que asumió su control, y rozará los 5.000 millones de beneficio en 2017, multiplicando por 24 las ganancias que conseguía hace tres décadas.
En marzo de 2018, Bernard Arnault cumplirá 69 años. Una atalaya desde la que ya piensa en el relevo generacional al frente de LVMH, para lo que ha preparado a conciencia a dos de sus hijos: Delphine -en la foto junto a él- y Antoine Arnault, los niños de papá señalados para dar continuidad a la exitosa historia de crecimiento de la compañía que mejor ha sabido canalizar la ansiedad consumista de los países asiáticos hacia la exclusividad. Los mercados orientales, principalmente China y Japón, aglutinan actualmente el 36 por ciento de las ventas anuales de LVMH. «La solidez mostrada por la demanda asiática, sin señales de agotamiento por el momento, nos hacen posicionarnos en un escenario constructivo a medio plazo», reconoce Arancha Piñeiro, analista de Banco Sabadell, que recomienda comprar las acciones de la compañía, al igual que el 67 por ciento de expertos que siguen su cotización.
Si Asia es su mercado insignia, Louis Vuitton es la marca diferencial, «con capacidad para fijar precios y alcanzar los rendimientos más altos de la industria», según incide el equipo de analistas de Citi, que también considera «la inversión en publicidad y el entorno de la tienda algo que ningún competidor puede igualar», lo que le concede un elevado potencial de crecimiento para los beneficios, de hasta el 60 por ciento entre 2016 y 2020, según las estimaciones.
Porsche y Volkswagen, una familia enfrentada que aupó Hitler
Ferdinand Porsche fue un genio de la ingeniería automovilística con una historia propia de su tiempo. Nació en el Imperio Austrohúngaro en 1885, puso su talento al servicio de la Alemania nazi y fue encarcelado en una prisión medieval de Francia tras la II Guerra Mundial, acusado de esclavismo durante el conflicto bélico. En el ámbito estrictamente profesional, comenzó su carrera en Mercedes, creó el Volkswagen Tipo 1 -el escarabajo que Adolf Hitler bautizó como «el coche del pueblo»- y fue premiado por el führer, quien le puso al frente de la que hoy es la mayor automovilística europea y después le reclamó para diseñar tanques.
Tras salir de la cárcel, donde fue obligado a trabajar para Renault, colaborando en el desarrollo del 4 CV, y hasta que murió en 1951, puso los cimientos, junto a su yerno Anton Piëch y a su hijo Ferry Porsche, de la saga familiar que ha protagonizado buena parte de la edad dorada de la industria del automóvil al frente de Volkswagen, y que ahora encabeza la transformación del sector hacia la electrificación y el coche autónomo.
Desde entonces, con traiciones, infidelidades y peleas a puñetazos incluidas, esas dos ramas de la familia, los Porsche y los Piëch, no han dejado de pugnar por los puestos de mayor relevancia en la dirección del fabricante, que hoy todavía controlan y que reúne a sus propias marcas -Volkswagen, Porsche y Audi-, junto a Sköda y Seat.
Escándalo y recuperación
El escándalo de las emisiones de los motores diésel destapado en 2015 aumentó la tensión en la familia y amenazó los cimientos del grupo. Sin embargo, el baile que propició entre los principales cargos directivos no impidió que Volkswagen exhibiese músculo financiero para afrontar las multas y seguir invirtiendo en I+D, hasta el punto de que Porsche, que repunta un 33 por ciento en lo que va de 2017, ya presume del vehículo al que llaman el asesino de Tesla, el Mission E.
Hoy, Volkswagen vuelve a ser la automovilística europea más capitalizada y se acercará a los 12.000 millones de euros de beneficio neto al cierre de este año, una cifra que a nivel mundial solo superará Toyota y que hará crecer un 20 por ciento en los próximos tres años, según las previsiones. Además, es el único fabricante del Viejo Continente que merece la recomendación de compra para el consenso de mercado y el que cuenta con la mayor caja neta, de 20.000 millones.
Heineken, un botones destinado al trono de la cerveza
En 1983, unos encapuchados secuestraron a Alfred Heineken en Amsterdam, cuando éste superaba ya los 60 años, para exigir un cuantioso rescate económico. El nieto del fundador de la cervecera que lleva el nombre de la familia ya había colocado a la empresa entre las mayores del mundo, dentro del sector, y no podía evitar ser considerado un objetivo jugoso para los amigos de lo ajeno.
Y eso que el patriarca de los Heineken no las tuvo todas consigo cuando Alfred era un chaval, al que colocó de botones en un primer momento, con 18 años, y al que obligó a ir ascendiendo lentamente por toda la estructura de la compañía, entonces mucho más pequeña. Pero el abuelo se equivocaba: la agresiva estrategia de fusiones y adquisiciones llevada a cabo por su nieto y su red de contactos al más alto nivel situaron a la empresa en el olimpo de la industria cervecera, en el que hoy sigue instalada, bajo el control del holgind familiar.
Su única hija, Charlene de Carvalho-Heineken, a quien la prensa apoda como la otra reina de Holanda, heredó la participación de su padre en 2002, un 25 por ciento del capital. Actualmente, aunque no interviene diariamente en las decisiones de la compañía, mantiene un sillón en la junta directiva de la multinacional, donde ya ha introducido a su hijo Alexander con la intención de que la saga familiar siga al frente de Heineken.
La cervecera es la principal posición del fondo The Family Businesses Fund, de March Asset Management, que invierte en compañías familiares donde «se pone el foco en pasar la riqueza a la siguiente generación», como ha sido evidente en la holandesa Heineken desde el momento de su fundación.
Un elevado crecimiento
Entre las firmas de inversión que siguen su cotización, cerca de un 50 por ciento recomiendan comprar las acciones de la cervecera, entre ellas Exane BNP Paribas, Goldman Sachs o Citi, cuyo equipo de analistas destaca el fuerte crecimiento que se espera para sus ganancias, del 70 por ciento hasta 2019, respecto a 2016, «gracias a la diversificación de su negocio -está presente en 70 países y genera el 70 por ciento de sus ventas fuera de la eurozona- y a la disciplina en el ahorro de costes». Además, añade «que las fusiones y adquisiciones no están recogidas por el mercado y podrían impulsar el valor de la compañía en bolsa».
A.P. Møller-Mærsk, la naviera que se volvió petrolera
La firma danesa A.P. Møller-Mærsk es al negocio del transporte marítimo lo que JP Morgan al sector financiero: la empresa más capitalizada del mundo en ese ámbito. Fundada en Dinamarca en 1904 por el capitán Peter Mærsk-Møller y su hijo Arnold Peter Møller, esta empresa familiar opera en 130 países de todo el mundo. La compañía -que da trabajo a más de 87.700 personas- mantiene una flota que ha ido creciendo con el paso de los años y que ahora incluye todo tipo de buques así como de plataformas de perforación petrolera.
Y es que, la segunda gran pata del negocio de A.P. Møller-Mærsk incluye el transporte marítimo de petróleo y gas natural, además de la exploración y producción de estas materias primas. Esta rama ya es la segunda parte del negocio que más ingresos le proporciona a la compañía al suponer casi un 25 por ciento del total de sus ventas. De hecho, la compañía produce más de 550.000 barriles de petróleo al día.
Gracias a esta diversificación, en el último cuarto de siglo, la compañía ha logrado multiplicar por 7 su valor en bolsa, hasta llegar a valer 27.000 millones de euros en el parqué.
«Orgullosos de nuestra larga historia»
Y todo ello de la mano de la familia Mærsk-Møller. Desde que hace 113 años se fundó, la compañía ha estado bajo el paraguas de un miembro de esta familia en la dirección. Cuatro generaciones han pasado por las altas esferas directivas de la firma líder del sector del transporte marítimo, que a pesar de haber visto caer su beneficio en los últimos años espera un elevado crecimiento de cara los próximos años. De hecho, en 2017ganará 520 millones de euros frente a las pérdidas superiores a los 1.700 millones de 2016, mientras que el ejercicio que viene logrará 1.400 millones. También en 2018 se espera una mejora de sus ventas del 12 por ciento.
«Mærsk tiene un pasado histórico y estamos orgullosos de nuestra larga historia; nuestra historia es parte de nuestra plataforma para el éxito futuro y, por lo tanto, está íntimamente ligada a nuestras actividades actuales y objetivos futuros», aseguran desde la propia compañía para explicar la importancia familiar en su negocio actual.
Por eso mantienen desde el principio intacto el logotipo de la compañía: una estrella blanca de siete puntas sobre un fondo azul claro. Un diseño que tiene su origen en la decoración -en honor a su mujer- de una de las chimeneas del primer barco a vapor que capitaneó Peter Mærsk Møller antes de fundar la compañía, en 1896.
Kering, del negocio de la madera a la exclusividad
Es conocida por aglutinar bajo su nombre a marcas como Gucci, Balenciaga, Yves Saint Laurent o Puma pero quizás lo que muy pocos saben es que la firma francesa Kering comenzó su andadura en el sector de los materiales de construcción. Hace poco más de medio siglo que François Pinault (padre del actual responsable, François-Henri Pinault) sentó las bases del imperio familiar al especializarse en el negocio de la madera.
Es más, no fue hasta 1991 cuando el grupo entró en contacto con el sector retail y fue gracias a la compra de Conforama, un activo que marcaría el inicio del imperio del lujo. Tras esta adquisición llegaron otras como La Redoute, Fnac y, en 1999, la afamada Gucci que el año pasado supuso más de un tercio de sus ingresos. La que desde 2013 es Kering ha pasado por cuatro denominaciones antes de la actual: Pinault Group, Pinault SA, Pinault-Printemps Group/Pinault-Printemps Redoute y PPR.
Cambio generacional
Esta última coincidió con el cambio generacional en 2005, cuando François-Henri Pinault asumió el mando de la compañía. Desde ese año, las acciones de Kering se han revalorizado más de un 300 por ciento, hasta la zona de máximos históricos en la que se encuentra actualmente.
Con una recomendación de compra sobre sus títulos, «Kering está perfeccionando con éxito su cartera de marcas. Las ventas y los beneficios se están acelerando más en sus marcas de lujo más grandes, Gucci e Yves Saint Laurent, mientras que las firmas más pequeñas están ganando popularidad», explica Deborah Aitken, analista de la industria de Bloomberg.
Este año se espera que el grupo gane casi 2.000 millones de euros, una cantidad que contrasta con los 922 millones que logró diez años atrás. Si se cumplen las expectativas del consenso de mercado, 2017 será un ejercicio récord para el conglomerado galo que está controlado en casi un 41 por ciento por Artémis, el holding de la familia Pinault. A través de este vehículo, los Pinault son dueños de la famosa casa de subastas Christie’s o la finca vinícola Château Latour, en la que se producen variedades de uva como cabernet sauvignon o merlot. En este sentido, los activos de Artémis superan los 30.000 millones de euros y, según Bloomberg, François-Henri Pinault es el trigésimo hombre más rico del mundo.
Luxottica, la empresa de la segunda fortuna de Italia
Más de 21.000 millones de dólares de patrimonio avalan a Leonardo del Vecchio como el segundo hombre más rico de Italia. El fundador y máximo ejecutivo de Luxottica se ha convertido en una de las personas más ricas del país transalpino, tras Giovani Ferrero (que posee marcas como Ferrero Rocher o Nutella), gracias al crecimiento de su compañía. La empresa ya tiene una docena de fábricas de producción distribuidas a lo largo de un globo terráqueo en el que tiene a su disposición más de 7.000 tiendas.
Ningún otro fabricante y vendedor de gafas y lentes de todo el mundo consigue una capitalización tan elevada como la de la firma de Del Vecchio, 23.000 millones. Algo que seguirá siendo así a tenor de la fusión -está a la espera de ser aprobada por la UE- con su competidor Essilor, el fabricante francés de lentes, propietario de Varilux. Las dos compañías se fusionarán formando EssilorLuxottica, que tendrá unos ingresos combinados de alrededor de 15.000 millones.
En constante crecimiento
Esta cifra contrasta con la registrada en el año de su fundación en 1961. Sin embargo, no extraña ni a inversores ni a analistas. La de Luxottica y «el rey de las gafas» (así es como se conoce en muchos círculos a Del Vecchio), es una historia contínua de adquisiciones. Vogue, Persol, LensCrafters Oakley o Ray Ban son sólo algunos ejemplos de las firmas con las que se ha hecho Luxxotica en los últimos años.
Y a todo ello hay que sumar los acuerdos de licencia con otras marcas como Giorgio Armani, Burberry, DKNY, Versace, Prada, Chanel… que acuden a la italiana para que produzca, distribuya y venda sus gafas.
«Luxottica está bien posicionada para capitalizar los datos demográficos favorables que caracterizan al sector de gafas», aseguran desde el departamento de análisis de JP Morgan desde donde afirman que «se beneficia de una combinación del envejecimiento de la población en los mercados desarrollados y la continua penetración en los mercados en desarrollo».
En la última década, su beneficio crecería más de un 80 por ciento si se cumplen las expectativas de este ejercicio, en el que Luxottica conseguiría 900 millones de euros. «Cuando comencé como empresario, nunca pensé que llegaría hasta esto», asegura Del Vecchio, que ahora posee alrededor del 70 por ciento de las acciones de la empresa.
Fuente: El Economista