Fatiga por compasión y voluntariado (2)

En esta página reunimos información sobre una realidad importante: cuidar puede resultar muy exigente. Sobre todo, porque depende de nuestras circunstancias: no es lo mismo afrontar el reto cuando pasas por un buen momento que hacerlo cuando llevas mucho cansancio acumulado.  

Ya seas voluntario o responsable de tu entidad, puedes obtener información personalizada completando el cuestionario de la página anterior (recomendado); en todo caso, puedes leer los siguientes apartados incluso si no lo has rellenado. 

Qué es fatiga por compasión 

Existen muchos términos para describir esa situación en la que sientes que tu tarea de cuidado te pesa cada vez más. En general, podemos hablar de estrés cuando una situación resulta exigente y activa tu cuerpo, que se prepara para poder superarla. El estrés es una respuesta natural y no supone problema por sí misma, salvo que se mantenga demasiado en el tiempo

El estrés crónico puede expresarse de varias maneras. Entre las personas que cuidan de otros –como los profesionales de la medicina, psicología, la veterinaria…- hay dos formas de estrés que son especialmente frecuente: el síndrome de estar quemado (burnout) y el estrés traumático secundario. 

  • Burnout: es un conjunto de síntomas que incluye la sensación de hartazgo, cansancio físico y psicológico con la labor realizada. Este cansancio afecta tanto al trabajo como a la vida personal y, a la larga, suele conllevar el abandono de la tarea –ya sea cambiando de puesto o manteniéndose, pero con la menor implicación posible-. 
  • Estrés traumático secundario: en ocasiones, cuidar de otros nos obliga a presenciar situaciones muy duras, como malos tratos, abandono, heridas y enfermedades, etc. Algunas personas pueden encontrar dificultades para desconectar de estas experiencias, reexperimentando sensaciones negativas en otros momentos –por ejemplo, recordando escenas desagradables o encontrando dificultades para dormir-. 

Burnout y estrés traumático secundario han sido estudiados sobre todo en ámbito laboral, pero también se presentan en personas voluntarias. Cuando ambas se combinan, se habla de Fatiga por Compasión -cansancio crónico por actividades de cuidado-.  

Prevenir la fatiga por compasión 

Cualquier persona que colabora con una entidad protectora puede sufrir fatiga por compasión; sólo hace falta acumular situaciones que le sobrepasen emocionalmente y un tiempo prolongado.  

Es muy importante no asociar este problema con la debilidad o falta de habilidades: esta creencia no se sustenta y, además, empeora la experiencia de quien la sufre –que no sólo se siente desgastado, sino que también se siente incapaz-. Debemos desterrar esta idea. Cualquier persona puede lesionarse una pierna si hace deporte demasiado intenso, y cualquier persona puede sufrir fatiga por compasión si coinciden ciertas circunstancias. 

En esta web hemos repasado algunas ideas sobre cómo protegernos de la fatiga por compasión en entidades protectoras de animales: 

  • Establecer límites: el plan de voluntariado de la entidad debe tener en cuenta la carga a la que se ven sometidas las personas voluntarias. Basándonos en la evaluación inicial, es importante ajustar qué roles o tareas pueden ser excesivos para cada voluntario. 
  • Personalizar el reto: Algunas características personales pueden facilitar la fatiga (por ejemplo: alta empatía, antropomorfización, apego intenso). Es importante promover la reflexión en los voluntarios para que puedan decidir cuánto se implican según el momento que atraviesen. 
  • Trabajar en grupo: el apoyo dentro de la entidad protectora es un factor clave, tanto por los recursos que nos puede proporcionar como por el aspecto humano. Disponer de un grupo de referencia es todo un seguro. 
  • Atención a los eventos traumáticos: trabajar con animales muy enfermos, víctima de abusos… tiene un coste extra. Igualmente, decidir sobre la necesidad de administrar eutanasias (incluso cuando) suele resultar doloroso. Compartir esas responsabilidades, disponer de espacios para hablarlo en la entidad y rotar entre distintos roles o funciones pueden ayudar a paliar el impacto. 

La importancia del seguimiento 

Dado que la fatiga por compasión aparece por acumulación de estrés, es de esperar que las personas que se incorporan por primera vez no lo experimenten hasta pasado un tiempo. Por ello, el seguimiento es especialmente importante. 

Si el voluntario ha sufrido fatiga por compasión anteriormente, es posible que la evolución sea más rápida en esta nueva ocasión, si no se toman precauciones. Por ello, es necesario rastrear las experiencias previas al incorporar voluntarios –por ejemplo, si existen duelos no resueltos- para poder elegir mejor las tareas que realizarán: es más conservador empezar por poco e ir ampliando su asignación que empezar por mucho y que se sientan sobrepasados. 

En la página anterior ofrecemos una pequeña herramienta autoadministrada. No sirve para “diagnosticar” nada, pero puede ser interesante hacerse esas pocas preguntas una vez al mes. Anima a los voluntarios a que se hagan seguimiento, en inclúyelo en su plan de voluntariado para recordar que es un tema a tratar cada cierto tiempo. Si en algún momento empiezas a notar que la experiencia los sobrepasa, hay que tomar decisiones para protegerlos.